La fragmentación de las selvas
Además de comprometer su regeneración, la fragmentación de las selvas también complica el movimiento de animales y la dispersión de semillas. Y es que el funcionamiento de los fragmentos aislados entre sí es diferente al de una selva continua, pues propicia la extinción de flora y fauna y altera procesos físicos y biológicos.
De acuerdo con Julieta Benítez Malvido, académica del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), de la UNAM, campus Morelia, en los remanentes, los árboles mantienen sus funciones fisiológicas, pero no reproductivas, lo que condena a esos espacios aislados a contraerse y desaparecer.
Así, en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules (parte de la Selva Lacandona), por ejemplo, la fauna y la vegetación nativa presentan un buen estado de conservación y sirve de comparación con ejidos vecinos donde la deforestación e introducción de ganado, han interrumpido el movimiento de especies animales y dispersión de semillas de árboles.
Por su parte, en el paisaje fragmentado de la Selva Lacandona, persisten algunas poblaciones de monos araña y aulladores que habitan en árboles de gran talla y dispersan las semillas de los frutos que consumen hacia áreas distantes.
Bastan pocos años para destruir un complejo como la selva, pero restaurarlo puede llevar décadas. Tomando en cuenta que lo ideal es volver al estado original del entorno, entonces, se necesitarían más de 200 años para su recuperación si no interviene con una restauración ecológica –cuyo objetivo es, con la intervención humana, iniciar o acelerar la recuperación de un ecosistema que ha sido perturbado.
Para impulsar algo más factible, se propone la restauración funcional y estructural, en la cual el sistema lleva a cabo los procesos regenerativos naturales; requiere de actividades básicas como la presencia de polinizadores y dispersores de semillas, entre otros, para hablar de una restauración que ocurra en un par de décadas y no en siglos.
“No se recupera todo el ecosistema original, con su biodiversidad completa, pero puede ser autosustentable e incorporar especies nativas de flora y fauna que logren reproducirse en el área recobrada”, explicó.
Así, para reconectar áreas fragmentadas, una estrategia puede ser, por ejemplo, el uso de corredores de vegetación.
“Los bosques secundarios, que se originan después de que los pastizales para ganado han sido abandonados, sirven de corredores para animales grandes, proveen captura de carbono y son un hábitat alternativo para algunos monos, reptiles, anfibios y aves”, señaló.
En esos ambientes se pueden utilizar especies de plantas no maderables y flores ornamentales que las comunidades humanas locales pueden aprovechar de manera sustentable, concluyó.