La pesca, los subsidios y el colapso III: los subsidios según UBC
La pesca del mundo está acercándose cada vez más al colapso. ¿Por qué, siendo el mar tan ancho y el pescado tan abundante? En esta serie de seis artículos que publicaremos a lo largo de esta semana, intentaremos responderlo, y explicar el papel que juegan los subsidios gubernamentales en esta espiral que amenaza con dejarnos sin cocteles ni ceviches.
En lógica económica, hay dos problemas fundamentales con los subsidios a la pesca. Por un lado, alteran la relación entre escasez, precio de mercado y costos de producción. Por el otro, esta alteración mantiene en forma y velocidad la triada tóxica descrita por Pauly, provocando sucesivas tragedias de los comunes.
En teoría, y de forma muy esquemática, en ausencia de subsidios la disminución de los recursos en la costa conduciría a una reducción de la oferta real, al aumentar los costos de producción por la necesidad de buscar el pescado más lejos, con mayores inversiones de capital y de trabajo. Esto también haría que aumentaran los precios, provocando una reducción de la cantidad demandada.
El equipo que ha hecho los estudios más profundos y comprehensivos sobre subsidios a la pesca está en la Universidad de British Columbia, y en un artículo reciente definió subsidios a la pesca como “transferencias financieras, directas o indirectas, de entidades públicas al sector pesquero, que ayudan al sector a tener más ganancias de las que de otra forma tendría”. Su trabajo clasifica los subsidios en tres categorías, dependiendo de su impacto en el estado de las pesquerías: hay subsidios buenos, malos y feos, como en el spaghetti western.
Los subsidios buenos (Blondie, o Clint Eastwood en la película), son los que “llevan a una inversión en capital natural hasta alcanzar un óptimo social”. Son, por ejemplo, programas de manejo de pesquerías para garantizar su explotación sustentable, o de investigación y desarrollo de pesca.
Los subsidios malos (Angel Eyes, o Lee van Cleef), son los que llevan a una desinversión de capital natural pesquero desarrollando la capacidad pesquera más allá de la cosecha económica máxima (donde quienes pescan obtienen las mayores utilidades posibles). Son, por ejemplo, subsidios a la gasolina o para la construcción o modernización de barcos, o exenciones fiscales.
Los subsidios feos, como Tuco en la película (Eli Wallach), son ambiguos, ni buenos ni malos a priori. Pueden tener efectos beneficiosos para el medio ambiente o, por el contrario, contribuir a su agotamiento. Son, por ejemplo, programas de apoyo a los pescadores, que pueden provocar que mantengan su profesión aunque quizá no deberían, o que pueden llevar, si se ejercen bien, a un manejo más sustentable de los recursos pesqueros.
Ahora, aún sabiendo esto, todavía hay que bordar sobre qué es un subsidio, porque cómo se defina, explícitamente, implica muchas cosas. Y nadie, hasta la fecha, está del todo de acuerdo en las definiciones de los demás, como veremos en el siguiente artículo.
Otros artículos de la serie:
IV. ¿Qué es, y qué no, un subsidio?
V. ¿Qué permitir y qué prohibir?
y VI. ¿Qué pasa en México?