Día Internacional de la Conservación del Suelo 2016
Hoy jueves 7 de julio se celebra el Día Internacional de la Conservación del Suelo, fecha que busca sensibilizar a la población en cuanto a la importancia que poseen los suelos para los humanos, los animales, las plantas y el planeta en general.
Esta efeméride conmemora el fallecimiento del conservacionista Hugh Hammond Bennet, quien es conocido como el padre de la conservación del suelo al haber dedicado toda su vida a mejorar el crecimiento de la producción de la tierra y a la preservación de la misma.
Asimismo, este día nos permite hacer memoria sobre la deuda que las personas mantenemos con nuestro entorno natural y sus poblaciones más vulnerables. Recordemos que las variaciones del clima y la actividad antropogénica representan las principales causas de erosión y desertificación de los suelos, un fenómeno que se ha vuelto alarmante ya que el suelo es considerado un recurso natural mucho más complejo que otros elementos como el aire y el agua, y que al verse afectado también lo hacen los ecosistemas y su biodiversidad.
Los suelos por su naturaleza contienen elementos químicos, y simultáneamente se combinan entre fases sólidas, líquidas y gaseosas. Sumado a ello, el número de características físicas, químicas y biológicas de los suelos junto con sus combinaciones llegan a ser casi infinitas. De ahí que jueguen un papel clave en todos los procesos que mantienen la supervivencia de la Tierra.
Por desgracia, hasta dos cuartas partes del suelo del mundo se hallan en proceso de desertificación, es decir, de degradación de suelos áridos, semi áridos y subhúmedos, mientras que el 70 por ciento de la superficie agrícola mundial ha sufrido un grave deterioro, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En nuestro país, el 45.2 por ciento de la superficie nacional se ha visto afectada por la desertificación, pues año con año, 400 mil hectáreas de bosques y selvas padecen la presión del crecimiento de la zona productora de alimentos, la explotación de los recursos forestales y la instalación de complejos habitacionales.
El impacto de la desertificación y la erosión incluye la sedimentación de los cuerpos de agua, la disminución de la capacidad de los suelos para captar y recargar agua pluvial, la pérdida de la productividad de los predios, y la disminución de la flora y la fauna.
Tales fenómenos se traducen no solo en daños a los ecosistemas, sino en un gran riesgo para las poblaciones humanas, pues disminuye la producción de alimentos, se encarecen los recursos primarios, hay menor disponibilidad de agua y una mayor migración del medio rural al urbano, con el subsecuente abandono del campo y el crecimiento desordenado de las ciudades.
Fuente: Agencia Quadratín, FAO